"LA FAMILIA Y LAS PREGUNTAS"
 

En la familia nacemos, y en ella, sin haberla escogido previamente, nos encontramos en medio de la vida... para llega a ser lo que somos. Y, en la familia, en ese círculo de gente que te cuida, que te quiere, que te invita a ser persona cabal, es dónde nos auto-descubrimos, nos vamos haciendo las primeras preguntas.

Yo, también creo (desde siempre lo he oído) que el hombre, el ser humano, (todos los humanos) a lo largo de la vida, nos hacemos una serie de preguntas que, no por poco originales... dejan de ser inapelables: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?...

Quizá algunas más, tan trascendentes, pero seguramente no tan inevitables.

Y eso nos ha pasado a los FEDRIANI. Después de varios siglos en España (creciendo, dando insignes nombres a nuestra historia), ahora, buscando "nuestras raíces", descubrimos certeramente lo que ya suponíamos: el tronco de todos los Fedriani residentes en España es común: el comerciante genovés Jorge Fedriani Testa, que llegó a las playas de Cádiz... a mediados del siglo XVIII.

Luego, doctores, académicos, profesores, matemáticos, sacerdotes, confesores y misioneros, escritores y poetas... y un sinfín de "personas normales" que, desde luego con su esfuerzo callado, hicieron posibles brillantes realizaciones.

No es mi familia la mejor, nada excepcional, es una familia... Y, como en todas las familias, nos gusta conocernos y arroparnos (que bastantes "crisis" hay en nuestro siglo como para dejar de lado las cosas que quedan algo claras). Quizá por eso, nos lo hemos dicho una vez más (y esta vez seriamente): ya va siendo hora de ENCONTRARNOS.

José María Fedriani

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"REENCUENTRO"

De un tronco común... crecieron

las ramas que se elevan, que dan

mil vástagos y sus mil frutos...

Después de siglos de hacer

racimos de vivencias,

en una muy larga historia

y bien fructífera, de la que

nadie puede dudar que es hermosa, que es digna de llevar

a la mejor página

del patrimonio de la humanidad...

hoy, ya abiertas en la altura...

tantas, tan diversas ramas,

aunque todas con el mismo

tronco común,

nos venimos a reencontrar

y, aunadas, nos abrazamos

y aplaudimos el hecho de vernos,

de sabernos hermanas

en la misma aventura de ser

quienes somos:

familia Fedriani, para siempre.

José María Fedriani Martín

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"EDUARDO FEDRIANI DEL POZO"
 

Sin lugar a dudas, de las personas que han llevado y llevan el apellido Fedriani fue D. Eduardo Fedriani del Pozo, uno de los más destacados y que más lo han honrado.

Nacido en Sevilla en 1.862, en una familia modesta y numerosa, desde muy joven, desde niño pudiéramos decir, demostró una gran afición por la medicina, tal como relata el Dr. D. Miguel Royo González en el discurso de contestación al de nuestro protagonista, con motivo de su ingreso en la Real Academia de Medicina de Sevilla. Dijo textualmente el Sr. Royo:

"Terminó el Dr. Fedriani la carrera de Medicina en 23 de junio de 1.878, cuando contaba 16 años de edad, habiendo sido nombrado un año antes de la conclusión de sus estudios médicos ayudante de la Biblioteca de la Facultad. Obtuvo en setiembre del mismo año 1.878 el Premio Extraordinario del Grado de Licenciado, mereciendo ser nombrado en febrero de 1.879, profesor clínico de la Facultad, cargo al que renunció en 11 de febrero de 1.880 por haber sido nombrado en virtud de oposición, médico de la Beneficencia Provincial".

Y continuaba el Dr. Royo detallando la biografía y méritos profesionales de D. Eduardo, y que para no prolongar estos apuntes extractamo. Tras una etapa de su vida dedicada por entero al Hospital, en 1.903 fue nombrado Profesor agregado de la Facultald, enseñando la asignatura de Anatomía Topográfica y Operaciones. En 1.906 obtuvo el grado de Doctor, y en junio de 1.912 fue elegido miembro de número de la Real Academia de Medicina de Sevilla.

En 1.920 fue elegido Presidente del Colegio Médico de la provincia, y en 1.923 Decano del Cuerpo Facultativo de la Beneficencia. Cabe señalar también que en 1.910 fue copndecorado con la Cruz del Mérito Militar, en atención a los solícitos cuidados que se prestaron a los heridos en la campaña de Marruecos del año anterior.

Esta fue a grandes rasgos, su carrera profesional, superada si cabe por el aspecto humano de su personalidad caracterizada por su total entrega al necesitado, lo que le hacía estar siempre dispuesto a acudir donde creía que sus servicios médicos eran decisivos, sin tener en cuenta las incomodidades que podría suponerle, y mucho menos los beneficios económicos que pudiera reportarle, y de ello podrían dar fe los conventos de clausura sevillanos, a los que gratuitamente atendía. Por eso, a su muerte, acaecida el 23 de agoto de 1.925, se puede decir que Sevilla entera estuvo de duelo, tal como lo entendieron los Ayuntamientos de la capital, Dos Hermanas y Carmona, que acordaron rotular con su nombre una de sus calles.

En cuanto a su entorno familiar, ya apuntábamos que se crió en una familia modesta y numerosa. Y afortunadamente disponemos de un documento en el que él mismo nos detalla su composición y vicisitudes. Se trata de una carta que D. Eduardo escribió a un primo hermano residente en Buenos Aires, y que por circunstancias que no son del caso, una descendiente suya entregó al también Doctor D. Luis Fedriani, hijo de Don Eduardo. Este, que en 1.888 matrimonió con Doña Antonia Fernández, escribe a su primo en dicha carta, fechada el 28 de marzo de 1.913:

"Yo sólo he tenido tres hijos todos varones que gracias a Dios me viven y están y son muy buenos. El mayor, Eduardo, de 22 años ha concluido la carrera de abogado, se dispone a doctorarse y a hacer oposiciones a lo que salga cuando cumpla su mayoría de edad".

Era entonces la mayoría de edad a los 23 años, y "lo que salga" fue Notaría, superada brillantemente. Y continúa la carta:

"el segundo, Luis, ha cumplido 20 años y está estudiando medicina; aún le faltan tres años para concluir, y el tercero, Ignacio de 17 años está también estudiando medicina, el 2º año. Son como digo muy estudiosos y no me dan qué hacer".

Estos tres hijos de nuestros protagonistas constituyeron sus propias familias, casándose D. Eduardo, Notario como hemos apuntado, en Huelva con Doña Soledad López Parejo; Don Luis en Sevilla con Doña Alegría Isern y Don Ignacio en Málaga, con Doña Blanca Gorría.

Pero en esa misma carta D. Eduardo da cuenta de cuantos y en qué condiciones vivían sus hermanos, de cuya educación tuvo que ocuparse al quedar huérfanos y ser él el único que tenía ingresos. Lo detalla así:

"De hermanos sólo me quedan, Georgina, soltera, delicada, que vive con Rogelio que es sacerdote......Leopoldo, que vive en Córdoba; no sé si recordarás que sentó plaza y fue a Cuba en nuestra guerra y volvió de Teniente de la escala de reserva,.... y Paco el más pequeño, es inspector de seguros de la Compañía del Fénix; se casó en 1.904, tiene cinco hijos, cuatro varones y una hembra y hace un año se le murió otra niña chiquita... Gustavo murió el 97, dejó una niña que vive en Zaragoza con su madre que volvió a casarse, es muy guapa y no ha tenido más hermanos. Mi hermana Aurea murió soltera el 900 de una meningitis".

Y para terminar, el juicio sobre sí mismo y su trabajo:

"Yo continúo trabajando mucho en mi carrera y gozando gracias a Dios de mucho crédito como cirujano. Gano mucho dinero, pero tengo mucha familia y no ahorro nada... Estoy viejo más por dentro que por fuera pero sano y con resistencia para trabajar".

Creo que estas líneas permiten hacernos una idea de quien y cómo era D. Eduardo Fedriani del Pozo. Muchos de sus descendientes directos, que constituyen las ramas de Fedriani López, Fedriani Ysern y Fedriani Gorría, y los colaterales de sus hermanos que constituyeron sus propias familias, se reúnen en Cádiz con otros que llevan también el apellido, y que por el número de los que anuncian su asistencia se ve que está muy extendido. Recordemos a los que nos precedieron y sintámonos orgullosos de llevar el apellido Fedriani, como con igual orgullo lo llevó D. Eduardo Fedriani del Pozo.

MANUEL ESQUIVIAS FRANCO.

Sevilla, Septiembre de 2.001.

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"TIEMBLA CADIZ"

Aviso a los navegantes

que nuestros Lucas y Charo

principales incoantes

han llegado un poco antes

y han encendido este faro:

¡Fedrianis adelante!

Bienvenidos a la cueva

improvisado cobijo

ojalá de regocijo

y ojalá que no nos llueva

Si medimos los senderos

andados para llegar

por Fedrianis pioneros

salen vueltas a la tierra

y alguna milla de mar

de parientes marineros.

Eso en cuanto a veteranos

desde Génova, hacia acá,

hace ya muchos veranos,

que vinieron casi a nado;

(si bien hay quien ha cruzado...

una avenida y aquí está).

Que se sientan recordados,

los que no han podido estar

en la invitación primera;

volverán a ser citados,

para no poder faltar,

a reuniones venideras.

En este mítin-congreso,

el simposio-convención,

nos saludamos sin beso

y ponemos la intención

porque salen un montón

y se pierde el día en eso.

Sentados nos estudiamos

y pensamos sonriendo

que todos nos están viendo

mientras comenos y hablamos

A los primos más lejanos

venidos de las chimbambas

ler serviremos dos gambas

más que a los más primos cercanos

Será llegado el evento

de presentaciones varias

Habrá Fedrianis Gómez

y habrá Fedrianis Parias.

Ensayemos el momento:

Cada uno se levante

diga su nombre y su edad

su sitio de donde viene

y, si quiere, que lo cante,

con algo de calidad,

y el cante nos entretiene.

(Dado el grado libertario

al celebrar esto en Cádiz,

no beberemos el cáliz

de probar que uno "é" quién "é"

y presentar el carné

ya no será necesario)

Y podemos terminar

haciendo, como en Sevilla

con sus fiestas, mucha gente:

después de una lagrimilla

por acabar la presente,

se ponen a organizar

cómo será la siguiente.

Confiamos en que eso pase

que sigamos siendo fuertes,

hasta la siguiente fase.

¡Fedrianis, buena suerte!.

Sevilla septiembre 2.001
Gabriel Barrios Fedriani

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"EL CALEIDOSCOPIO DE MI MEMORIA"

Quizás un buen número de asistentes a la reunión y Comida de Hermandad de la Familia Fedriani, especialmente a los mayores, no les importaría recordar las vivencias ocurridas a nuestros Padres en los Faros donde desempeñaron sus funciones como Torreros y hoy llamados Técnicos Mecánicos de Señales Marítimas.

No olvidemos que solo en la Familia de los Fedriani Garbarino, ejercieron la profesión Eugenio, Francisco y María, su esposo claro, y donde se desarrolló parte de nuestra infancia.

Por este motivo me voy a permitir relatar brevemente algunos acontecimientos de nuestra estancia en los citados Faros con nuestros queridos padres.

 
FARO DE ISLA VERDE.

Papá, ¿que son esas luces?, pregunté a mi padre que ya bajaba de la torre, tras realizar el encendido del Faro.

Hijo, son los barcos de guerra de la Armada Española, que mañana 14 de Abril de 1931, en que precisamente cumples cinco años, van a celebrar la Implantación de la República.

Mañana que Mamá te ponga el traje de los Domingo y nos acercaremos al Muelle para que veas la Ceremonia y los barcos desde mas cerca.

El gentío ocupaba totalmente el puerto y el espectáculo era inenarrable, los navíos estrenando unas grandísimas banderas tricolor en sus popas, donde según me dijo mi padre se llevan en tiempo de paz.

Al poco comenzaron los buques a disparar las salvas de ordenanza, formando un gran estruendo y que originó que un toro desmandado, apareciera por el Muelle y sembrara el pánico general, produciéndose una desbandada general, con muchas caidas de los asistentes.

Este tumulto originó que me soltara de la mano de mi madre, pero un soldado que estaba entre el Público, me izó y me colocó sobre un montón de duelas de roble allí depositadas como mercancía.

Al poco rato, apareció un pequeño descalzo de unos diez años con una pequeña soga y que se dirigió hacia el toro y poniéndosela a guisa de ronzal, se lo llevó tranquilamente sin que opusiera resistencia alguna.

Ni que decir tiene que este desenlace, dejó a todos mas corridos que correteados.

La República, aunque laica Matrona, salvó a mi padre de una posible expulsión del Cuerpo de Faros, pues durante la última quema de conventos y otros desórdenes ocurridos en Algeciras, no bajaron el Puente Levadizo y dejaron la Isla Verde, totalmente incomunicada, con lo que no pudo pasar el cuidador de siete enormes perros que allí tenía un alto cargo de Madrid en el Ministerio, originando que los citados perros se asilvestraran y nos mantuvieran encerrados por la fuerza en el Faro.

Como también ya escaseaban nuestros alimentos, mi padre, jugándose el tipo, y tras saltar la valla, en un bote pudo llegar a Algeciras, dirigiéndose al Cuartel de los Carabineros, donde les firmó un oficio haciéndose responsable de que abatieran los perros.

En compañía del cabo y un número, volvieron en el mismo bote y uno tras otro fueron eliminando a los peligrosos perros.

Los Compañeros del Cuerpo de Faros, cuando conocieron este caso no daban ni una peseta por la continuidad de mi padre en el mismo, pero con el cambio político, se salvó de la quema, aunque sí lo molestaron durante algún tiempo.

Una de las represalias fue ordenarle que desbrozara de hierba, toda la superficie anexa al Faro y sus aledaños, cosa que resolvió mi padre encargando dicho trabajo a un hombre mas avezado, que por quince pesetas lo realizó perfectamente, por lo que los Jefes sospecharon con razón que no había sido realizado por él, entonces intentaron sonsacarme, pero que según me contaron luego contesté. !Yo no me meto en las cosas de mi padre ! contestación que les hizo mucha gracia y a los pocos días, recibí un obsequio de su parte consistente en un Libro con ilustraciones en color titulado El Molino de los Pájaros, que fue mi primer libro y que dio fin a este episodio.

 
FARO DE TRAFALGAR.

Siguiendo con estas pinceladas de recuerdos y que tengo escritos en algunos Relatos, de los que entresacaré algunos pasajes dada su extensión.

En el año 1935, mi padre fue destinado al Faro de Trafalgar.

Para mí, a mis nueve años, fue deslumbrante este primer encuentro con la Naturaleza, al haber estado siempre mi autonomía limitada a recorrer cotidiana y rutinariamente la calle de la Torre, en mis idas y venidas, al cercano Colegio de La Salle-Viña, en Cádiz.

Los Faros también fueron lugares paradisíacos para mis progenitores, la Pareja formada por Carmen y Paco, donde fueron generosamente recompensados por el dios Amor, quizás queriendo premiarles por su incondicional y mutua devoción.

¿Que escenario mejor para unos todavía jóvenes amantes, que las sosegadas noches de verano, ya con los pequeñines dormidos, acompañados solo por el rumor del mar circundante, contemplando los haces luminosos de la altísima Torre,como brazos de Gigantes que intentaran atrapar las rutilantes estrellas?

¿Que mejor Cámara Nupcial para arrullarse dos enamorados, que la permanencia en la acristalada Linterna del Faro, convertida con su presencia en plateado minarete de Las Mil y una Noches?

¿ Cómo superar el dosel de este idílico tálamo, formada por la Cúpula Celeste, tachonada de estrellas, haciéndoles creer que viajaban por el azur sobre la Mágica Alfombra?.

……otras noches, el siempre cambiante escenario de la Naturaleza, se trocaba en la mas impresionante representación de la Tempestad desatada, como si Dios le quisiera recordar que Él seguía siendo el Jefe y no fueran a caer en el pecado de la soberbia y su incorrecto proceder pudiera abocarlos a la expulsión de tan bello Paraíso.

Una noche a través de la ventana de mi dormitorio y apoyando mi mejilla en su cristal, agradable lenitivo a mi insomne estado febril, dejé vagar mi imaginación, recordando lo comentado por mi padre sobre la cruenta Batalla Naval, acaecida en estas aguas el año 1805, pareciéndome oír entre el fragor de la tempestad que ahora nos azotaba inclemente, los gemidos lastimeros de los heridos y supervivientes de los mas de siete mil marinos muertos en aquel terrible enfrentamiento y que según los datos históricos fueron 1.214 Ingleses, 3.494 Franceses y 2.366 Españoles, entre ellos el inglés Nelson, el Hispano-Siciliano Gravina y después a consecuencias de sus heridas el Español Churruca.

Cuando ya limpio de fiebre y también vuelta la calma y la normalidad, al otear desde el promontorio del Faro, la extensísima playa, observé con sorpresa, que por toda la orilla, yacían innumerables cuerpos inmóviles, sobre los que picoteaban una y otra vez, gran cantidad de cuervos carroñeros.

Tras dudarlo un rato, pude vencer el miedo y fuí acercándome poco a poco a la orilla y ya a menor distancia empecé a comprobar que mis temores eran infundados y que no era real el patético espejismo creado por mi imaginación.

Los bultos no eran mas que montones de algas depositadas por el flujo vaciante de la marea y los cuervos, grisáceas e inofensivas gaviotas que devoraban pequeños alevines de peces y saltarines pulgones marinos, habituales moradores de las algas en su normal emplazamiento submarino que el último temporal había segado violentamente, originando con ello el traslado forzoso de su habitat.

Recuerdo que cogí un trozo jugoso y chorreante de las yodadas algas que olí durante un rato con fruición.

Hoy lo que fue aquel lúgubre escenario es totalmente distinto, pues el fúnebre cimero de cadáveres arrojados por el Mar tras la Batalla de Trafalgar, se ha convertido en una Puerta del Olimpo, por donde salen Venus Afroditas, del tibio y acariciante mar, en completa desnudez, mostrando sus bronceados cuerpos, dado el carácter nudista que tiene ahora esta zona playera.

Mis hermanas y yo, o sea la gente menuda, solíamos contemplar arrobados el paso majestuoso del dirigible Zeppelin, los miércoles sobre las doce de la mañana, por lo que el Sol en su cenit proyectaba un enorme sombra del mismo sobre las entonces desiertas arenas del Cabo de Trafalgar, al que saludábamos gritando y agitando los brazos con nuestra candidez infantil, hasta que su plateada estructura se ocultaba tras el no muy lejano horizonte Africano.

Igualmente disfrutábamos a partir del mes de Mayo, del paso hacia el Mediterráneo, de enormes bancos de Delfines y Atunes, que además de la belleza del juego de luminosas cataratas de espuma, producían un gran fragor que que rompía el silencio habitual de la zona.

Esta navegante estampida, según mi imaginación, era hostigada por el mismísimo Neptuno, auriga soberbio sobre argentífera cuadriga, tirada por cuatro delfines enjaezados con riendas de oro, obsequio quizás del dios Febo que las labraría para él con sus cálidos rayos.

!Que hermoso espéctaculo ofrecían con sus constantes piruetas, entrando y saliendo del Mar, sin dejar de avanzar y mostrando sus lustrosos lomos entre la blanquísima espuma, sin perder ni por un momento su pausado ritmo, como si ejecutasen el mas bello y grandioso Ballet Acuático que pudiera imaginarse!

 
EL FARO DE PUNTA CARNERO.

La distancia del Faro de Punta Carnero la ciudad de Algeciras, es de diez kilómetros y seiscientos metros, cifra que no he olvidado, pues la andaba dos veces al día, ya que a mis quince años, conseguí ser nombrado abastecedor del Faro, para atender a las dos Familias que formaban la dotación del mismo.

Por la realización de tal menester, recibía la cantidad de quince pesetas diarias, cantidad nada despreciable por entonces, con lo que ayudaba a mi padre.

Nuestra estancia en el Faro, coincidió con la segunda Guerra Mundial, por lo que prácticamente estábamos en zona de guerra y por tanto mi padre consiguió que nos consideraran como militares y pudiéramos beneficiarnos de los suministros de Intendencia, cosa importante en aquel tiempo de carestía, por lo que mi asistencia diaria a Algeciras era obligada.

En el gallinero del Faro, frente a la entrada , no había gallinas, sino dos militares españoles en un pequeño habitat, en el que tenían dos camas cuarteleras, una emisora de Campaña, un Telémetro,y sendos cuadernos con las siluetas de los mas importantes navíos que integraban los comboyes, que abastecían el Peñón, para que éste después sirviera de nodriza al resto de la flota inglesa, y que eran identificados por ellos , antes incluso de su arribada a Gibraltar.

Estos militares, que no lucían graduación visible alguna, iban diariamente con un sobre cerrado a llevar el Parte al Gobierno Militar de Algeciras, pero solamente uno de ellos, el otro quedaba permanentemente como de Cuartel.

Uno era Vasco y se llamaba Docio y el otro gallego llamado Carballo, y gracias al cual, debo el haber probado por primera vez la rica empanada Gallega, hecha con amor para su "filiño" allende Galicia.

El Vasco Docio, era un atleta y muchos días coincidía con él para ir a Algeciras, un día logramos emplear solo cincuenta minutos en recorrer los 10,600 Kilómetros, que nos separaban de la Ciudad.

La Batería de Punta Azebuche, situada en un montículo existente tras el Faro, también dada su mayor altura, ejercía una eficaz observación del Peñón, sobre todo de los emplazamientos artilleros y cuya localización por algún miembro de la guarnición, era recompensada con un mes de permiso y el ascenso a cabo.

Dicha Batería, disponía de un camión militar para sus aprovisionamientos, que era conducido por Juan Manuel, un Joven soldado de Getares, que muchas veces me recogía por la carretera, cuando me veía tan cargado con las talegas de la compra.

Pero mi Padre, no era muy partidario de ello, dado que cuando iba en direccción a Algeciras, raro era el día que no llevaba uno o dos prisioneros, de un Campo de Concentración, también existente y próximo a la citada Batería con dirección al Hospital Militar. Muy amarillentos, posibles afectados de tifus.

>La ventana de la cocina del Faro, enmarcaba en su totalidad toda la vista del Peñón, por lo que nos servía para detectar los comienzos de los frecuentes bombardeos aéreos de los Alemanes y que era la señal, para abandonar el Faro y correr hacia una alcantarilla de la carretera situada a unos cien metros.

El hecho de que tanto mi madre como mis hermanas, no alcanzaran en estas carreras unas marcas aceptables, dio pié a que mi padre las descalificara y las enviara a nuestra casa de Cádiz, quedándonos los dos solos, pues aquello ya era bastante peligroso.

 
EL FARO DE SAN SEBASTIÁN DE CÁDIZ.

Resulta innegable para cualquier paseante del Camino del Faro de la Caleta, que nunca se repite su contemplación y siempre es nuevo el espectáculo, pues continuamente varían las alturas de las aguas, el cambio de matices sobre ellas las brisas o vientos reinantes, o el ángulo en que inciden los rayos solares o lunares, o también los escasos días en que las aguas permanecen quietas, y que parecen ora inmenso espejo, ora inmenso crisol rebosante de plata líquida.

Recuerdo con nostalgia mi primera juventud, en que mis visitas, por lo menos dos veces diarias, pues ayudaba a mi anciano padre que era uno de los dos Técnicos de Obras Públicas. Encargado del servicio del Faro de San Sebastián, me hicieron familiar dicha zona.

Los días de temporal y de grandes mareas, el pasar el camino hacia el Castillo suponía un gran esfuerzo físico que era premiado con una total mojadura, que obligaba al cambio total de ropa al llegar al Faro, y permanecer ya toda la noche solo, pues tanto a mi padre como a su compañero, les era imposible, acceder al Castillo en estas circunstancias adversas.

La sensación desde luego era inolvidable, pues la altura de las aguas y las olas impulsadas por el viento, que dada la estrechez del camino, salían por la banda opuesta y obligaba a veces al cuerpo a tierra, para no ser arrastrado al mar a pesar de la forma atlética en que me encontraba ,sobre todo en la zona mas próxima al antiguo Mareógrafo, donde hay la mayor estrechez del Camino.

También el total aislamiento en que se veía uno, totalmente empapado, desprovisto de las gafas para que no me las arrebatara el vendaval y parando algunas veces para identificar el camino cubierto por el agua y que los huecos existente entre lo muretes eran incapaces de achicar.

Pero si impresionante era el viento, mas lo era el efecto óptico que producía verse caminando sobre aquel mar embravecido, tan solo y sin disponer de los poderes de Jesús, de apaciguar las olas o por lo menos caminar sobre ellas.

Una vez dentro del Faro y cambiado de ropa, iniciaba las maniobras necesaria para el encendido y una vez conseguido, los primeros destellos anunciaban a mi padre y también a su anciano compañero, que todo marchaba correctamente, tranquilizándoles y abandonando la Puerta de la Caleta, volvían a sus casas.

La Cámara de Servicio, situada en la parte superior de la Torre, e inmediatamente inferior a la Linterna, dada la estructura metálica de la Torre, se mecía fuertemente en los temporales y era impresionante cuando los rayos eran captados por la veleta del Faro y cuando por las ventanas se veía tan gran superficie de mar iluminado con tonos cárdenos o violáceos, pero siempre impresionante en su grandiosidad.

Las lecturas con que cubría las interminables veladas de guardia, dada mi edad, desataban en mí algunas fantasías, creyéndome a veces ser un Capitán Nemo, sobre todo una noche debido al temporal y encontrándome también solo, se abrió una puerta o hueco de hombre que daba acceso al pasillo exterior, quedando cogida y fuertemente acuñada con la barandilla, lo que hacía imposible su cierre desde dentro y tampoco podía pensarse en salir fuera con la violencia del viento en aquel momento y por otro lado el tiro de aire que se produjo por el interior de la Torre, llegó incluso a paralizar la óptica, proyectándose al mismo tiempo cuatro haces de luz gigantescos en el cielo, por fin con el auxilio de una cuerda y en plan vaquero, pude enganchar el picaporte y cerrar la puerta en cuestión, volviendo todo a la normalidad.

Pero la soledad no es siempre onerosa y negativa, dejando que en algunos momentos inefables gocemos de la grandiosidad del Universo en toda su magnificencia y recordándonos que no estamos solos y que su Creador, ese Gran Arquitecto, es también nuestro Padre y que cuando estime oportuno, nos llevará nuevamente con Él.

Yo personalmente he tenido la suerte como espectador solitario, de disfrutar de las bellezas del firmamento, tanto de sus rutilantes estrellas que tachonaban toda su extensión, como de los trasnoches de la romántica Luna, contumaz cortesana perseguidora de su amor de siempre, el Astro Rey y sin dejar por eso durante su periplo, de mirarse coqueta a cada paso, en el plateado espejo del Mar.

Algunas noches, saliéndome por fuera de la Linterna y apoyado en la sucinta barandilla exterior, disfrutaba de los olores de las pozas caleteras en las bajamares de los grandes aguajes, repletas de mariscos en su oferta habitual y gratuita a su Cádiz querido.

Luego, el gozoso amanecer sonrosado, nos mostraba cada día la bella silueta de Cádiz, con sus Catedrales y Torres Miradores, confirmando que nuestra jornada laboral, por esa noche había terminado.

LUCAS FEDRIANI ANDRÉS.

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